“Lo visual en la poesía, valga decirlo, no tiene únicamente que ver con la disposición tipográfica, aunque fuera tan esencial en los poemas de un gran visionario y vísionador del cubismo, Guillaume Apollínaire y sus Caligramas, sino, más allá de la piel, de la epidermis del lenguaje, en la capacidad evocadora”. Por eso, sostiene, “podemos comparar la mar con una carpintería, porque la garlopa arroja cantidades de viruta a las playas del mundo”, pues la metáfora, “que en griego quiere decir traslado, transporte, llevar de un lado a otro, de una realidad a otra, da a luz nuevas realidades”. Y entonces nos revela cómo, luego de una semana de noches de tormento e insomnia, creó las metáforas o kenningars que cambiaron el discurrir de la poesía en español y que tanto han imitado, sin superarlas, los poetas que le siguen:
El brazo del río jamás esgrime espada.
Los dientes de ajo no comen duraznos.
El ojo de agua desconoce el monóculo.
El cuello de botella no porta collares.
La oreja del pocillo no escucha a Beethoven.
Las manecillas del reloj no usan guantes en invierno.
Los durmientes del ferrocarril no se despiertan a su paso.
Las palmas de las manos no dan dátiles.
La luna de miel no atrae a las moscas.
Las cabezas de los fósforos no tienen aureola, aunque alumbren como santos."
* Poeta columbiano, in revista Arquitrave
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